sábado, 2 de octubre de 2010

noche de bar

Dos tragos que pudieron ser tres. Espuma de pomelos y pétalos flotan en gin. El hielo roza el cristal y suenan el hielo y el cristal. Moviendo el vaso circundando una mínima superficie de la barra quiero llamar mi atención porque estoy viajando bajando por su espalda, las manos en otro lado, no en el vaso, en el costado encostillado del cuerpo, los dos costados con mis dos manos bien abiertas a la izquierda y derecha la tomo. Quiero marcarle sus limites, que no rebase, quiero hacerla sentir hasta dónde llega, que no expanda, no se esfume, está acá, entre mis dos manos de temperatura de hoguera, de esa manera la marco. Tintineo para volver, me llamo a la gente, a la noche de tragos sentada a la barra, llamada de hielo y cristal. Del otro lado sonríe la que tal vez haya preparado el trago de hielo y cristal, de nombre “no es amor y no me importa”. Le sonrío también. “Es rico” creo que digo de amable. Es rico mas allá de los cumplidos pero mis labios desmayan por el borde del cristal, la espuma y el olor a flor, los pétalos tan cerca apuntan a mi nariz y en el zoom in de mis ojos se alteran por un tris los colores de rosado pétalos a rojo carne, un carmesí profundo de su concha incrustada en los ojos, en un tris de nuevo y otra vez abro la boca y la meto como tragando, es rica en agua, voy sumida a la fiesta en la represa real, no hago sonar nada porque no vuelvo en mí, (conciencia es una palabra inédita) y el vaso al fin revienta sonando bomba al piso damero.