sábado, 4 de diciembre de 2010

testamento que no es tal

Siento que moriré pronto, entonces quiero alrededor de mi cajón que todos garchen con quien o quienes siempre desearon de los que estén allí presentes. Sin medias tintas y entregados.
Es primavera, será en un campo del oeste. Una convocatoria a la altura de la vida que llevé. (Me gustaría saber quiénes elegirán hacer la prensa de semejante acontecimiento y qué rezará el copete!).
No se entrará con acreditación sino por portar sonrisa y un vaso que se llenará una y otra vez hasta que caiga de la mano que ya no lo podrá sostener. La bebida oficial, el champagne.
El cajón cerrado, porque quiero hasta lo último ser discreta.
Debajo del cajón, alguien (aún no tengo designado quién) dispondrá troncos, ramas y otros combustibles naturales para el gran momento místico.
Creo haber sido una buena productora de eventos, ahora deseo que cada uno imagine qué no tiene que faltar y vaya, lo instale y lo haga bien. Si hay necesidad de asistentes, contrátenlos, luego recibirán los honorarios correspondientes del dinero de los seguros cobrados por mi deceso. No escatimen en gastos. No me humillen.
Lágrimas no pueden faltar, pero sí quiero que cada uno que las derrame tenga un momento íntimo bien cerquita de mí y que las haga caer como lluvia bañando la mitad del ataúd hacia abajo, mientras acaricia la madera tan noble. Eso va para los amantes. Sé que los hay de los que me han querido (tanto), bueno, esos que derramen un poco abajo y un poco a la altura del pecho. Los amigos, a los amigos le toca mojar el corazón y la cabeza.
En este momento clave es indispensable trípodes para las cámaras fotográficas, no permitiré que critiquen fotos movidas por accesos o convulsiones de llanto cuando la fotógraf@ se de cuenta en la captura quiénes amantes, quiénes amigos, la vida siempre te da sorpresas, ratita. Es extraño que exija profesionalidad justamente yo, una diletante, pero tómenlo como la última revancha que les daré a los que adoran la profesionalidad y la técnica.

Quiero estos árboles delimitando la bacchanalia:
Eucaliptos, pinos y robles, en el centro los rayos rasantes del sol del ocaso entremetidos por las ramas.
No habrá drogas, ni asistirán bajo los efectos de ellas. No. Necesito pureza en la química que experimentarán al saber que estoy muerta, al saber que estoy yerta, al saber que estoy fría, al saber que ya no los amaré. Quiero ver en ustedes la pureza del dolor.
Indispensable una brisa para secar el sudor que provocará el sexo y una temperatura media de 26 grados y que todo comience puntual: 7pm. El final: viernes 3am.
Encima del cajón no quiero nada, nada de cartitas, ni de jazmines maricones, ni camisetas de river, para advertencia de los mas osados, porque de muerta no voy a leer, ni oler, ni gritar goles mostrando como loca la camiseta. Lo quiero limpio, de madera de haya clara, sin lustrar, que se noten las vetas. No quiero amarras de bronce o metal. No quiero amarras, porque finalmente no me llevarán a ningún lado en ese recipiente.
No sé cómo van a resolver esto, pero sino es verdad que el alma de los muertos levita en el lugar de la ceremonia por un lapso considerable, ve y percibe todo, alguien me debe informar (no se me ocurre de qué manera) de las ausencias y los motivos. Quiero conocer las caras de los cobardes. Y como me voy a morir, me pongo en exquisita y conchuda: quiero enterarme quién llegó tarde, quién no lloró, quién no se animó a garchar o no sintió el deseo, quién hizo papelones como desmayos y ataques de histeria, quién me puteó, si los que guardaban secretos de mí, fueron capaces de revelarlos, quiero saberlo todo, todo, todo, porque los que cometan tales faltas, no tendrán mi guarda. No seré su ángel. No es venganza, es castigo.
La muerte, mi muerte los tomará por sorpresa, por eso queridos, lean y relean esto y traten de adelantar lo que ustedes crean considerar, según sus funciones, para que mi partida no los tome sin previa preparación. ¿A caso mis amantes en estado de éxtasis sexual no han balbuceado babeantes “pedime lo que quieras”?Bueno, quiero que tomen en cuenta estos detalles a la hora y en la hora de mi muerte. Esto en realidad va para mis amigos, porque mas lo pienso y mas me preocupa darme cuenta que los amantes pueden desaparecer sin decir “agua va” y la ceremonia mortuoria pasaría a ser un “blef”.
Amigos míos, sean fuertes, no dejen todo en manos de la crudeza de los amantes porque creo, a esta altura, que lo que queremos es una despedida digna de mi.
En mi abanico de amantes, sabemos que el gran porcentaje está conformado por mujeres, por ende esto aumenta el porcentaje de maldad y las posibilidades de que el evento adquiera momentos ríspidos. Si la consigna del llanto íntimo “amante/amigo” se lleva a cabo, en ese punto comenzarán los resentimientos y los actos malvados entre ellas. En cambio los hombres se harán una paja imaginando boludeces como por ejemplo: dos minas garchando con él y su superpija y eso no nos molestará. Pero ellas, ellas competirán por quién moja mas, quien acaricia casi arañando el ataúd, quién se atreve primero a tallar en la madera el clásico corazón y la flecha de cupido con la inscripción “por siempre C x A” (o L o M o I o F o V, etc…) con su nueva “Victorinox”.Sé (y no voy a dar nombres) que hay quienes pondrán un pie en el momento de avance de alguna hacia mí, para que caiga arriba del cajón y todo pueda desmoronarse con riesgo de que se abra el féretro y salir despedida. Les pido, no dejen que eso suceda, no pierdan la concentración y la templanza, aunque en ese momento la amiga del amigo de la amante de tu novia, se esté garchando a tu ex. Porque no nos olvidemos que la primer consigna, con la cual comencé el testamento, se tiene que cumplir a raja tabla, ocurra lo que ocurra porque en ese momento sentirán la real libertad de expresión, concretarán el deseo mas escondido, la bajeza del deseo, el deseo sin olor a rosas, el deseo del deseo que siempre está atrás de lo que no poseemos o no nos mira o está a punto de dejar de mirarnos. El día de mi muerte asistirán todos y los que sean deseados se dejarán, los deseosos obtendrán lo anhelado porque estoy muerta y así se compensa mi perdida, queriendo todo.

Voy a terminar, antes de agotar o de resultar reiterativa y al fin desafectarlos.
Voy a pedir el deseo del condenado a muerte, quiero que dos personas se encarguen del ritual último que consistirá en lo siguiente: Tomar mis pertenencias (las que tengo, las que tienen), mis camisas, algunos libros, todas las ediciones de ada o el ardor, las cartas que me mandaron, las que no mandé, las que guardaron y ahora quieran sacrificar junto a mí, acuarelas, papeles de colores, fotos, celulares con carpetas con nombre de mujer llenas de mensajes, las cajas de los secretos, todo lo que se les ocurra deberán esparcirlo arriba de mí, luego volcar dos botellas del mejor “straight bourbon” prender un fósforo, soltarlo al aire y que caiga al centro. Para reforzar, encender las ramas y troncos puestos por debajo del cajón, mas la madera del ataúd, mas yo y todos los gases acumulados por las horas, desencadenará una combustión de mucha luz y calor.
fuego
una ronda enajenada de todos rojos bocanada cuevas ardidas en círculo me encierran mancomunados desnudos propagando un canto clarísimo lleno de vocales abiertas con largos finales vibrando fuego
que hipnotiza y dentro de él todita yo combustión pura energía diosa carismática al cielo voy sin alas y volando entrada la noche y ustedes cantando garchandose mi deseo fuego
sin fanal que contenga tanto ardor luz deseo al vuelo de alas fuego
bacantes prostitutas de mi corazón divinas para mi integras en el fuego
salgo al fin hecha fuego al cielo de la noche sin estrellas ni luna sólo mi protagonismo fuego
a fuerza de plegarias en vida pura antes de morir en amor fuego
todos en mí mirando tal espectáculo de muerte antes de las cenizas fuego
donde hubo cenizas y fuego queda.

jueves, 2 de diciembre de 2010

cadena montañosa

Poso. Veo mis pies posados y a la vez dando pasos, desnudos van. Incrusto las plantas en la arena de picado grueso. Veo desde arriba. Llevo las botamangas arremangadas, recién llegada, los tobillos al antojo del agua. En el centro de la playa una cruz pirata señala que hacia el horizonte un tesoro. “Es la cita, dije, la dibujó para mi antes que yo posase, es una sorpresa que deparó para mi”. Paro y me oriento hacia lo revelado, la cadena de montañas separadas por mar. Muralla semicircular ocre se impone pero no opone, no oprime. Está a una distancia idílica donde la mirada explaya, recorre, regodea en panorámico el golpe sexual insistente del agua impotente queriendo excederla, rebasarla.
No es fácil volver y ahora sé de dónde no vuelven los que se van. Quedan amarrados allí, queriendo.
Si lo que miro se hiciera carne sería hembra todo pecho, brazos abiertos, caliente, húmeda por dentro. La querría trepar y clavarla en su cima. Es hembra abierta abrazando, me ofrezco en fin cayendo de espaldas para dejarme. Hago lo contrario al mar, quieta me quedo y en mi visión de ojo de pez con el cenit en el cielo, ella me rodea. Estoy dentro.