viernes, 20 de marzo de 2009

mdp

A la vera estoy y casi no lo percibo. Aprisionada miro por el balcón brazos abiertos al brillo de la ola que muere. Risotadas. Estanco el humo de la primer pitada a mi alrededor, el aire puro y frío me zumba y proyecto en lagigantografia un primerísimo primer plano de sus borceguíes. Luego la nada. No pasa el tiempo no pasa el tiempo no pasa el tiempo. Puedo ir subiendo y encontrarme con rodillas floreadas por la estampa de la tela, cuero y collar de perro, voz como sirena llamando a ulises. Vasos y risotadas. Te regalare todos los barcos y los pájaros que hay.
No puedo escuchar el mar desde acá, sí, logro escucharlo con una mezcla de sonido de motores de autos que pasan por la avenida abajo. No podría ahora pronunciar palabras de amor, decirlas. Nunca tuve palabras de amor que decirte. Sí palabras de deseo. Suena grasa. Es grasa desearte.

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