Estampa prenda roja veraniega lisa convencional, unisex sin gráfica visible. Yo, sentada, mujer devenida a madre o cámara en mano captando desde un ángulo elevado su coronilla cubierta de pelusa, sin embrago mi subjetividad dicta que era cabello corto de muchacho. Le tomo la cabeza con las manos sintiendo que mis dedos desarrollan la sensibilidad de labios de gel embriagadísimos duros como clítoris al extremo de explotar, cantan. Me demoré. La prenda y la cabeza imprimen su nombre, en sí mismas son ella pero no y delineé el rostro que aún no había aparecido en mi ojo visor.
Palabras. Las primeras exhalaron de mi, un son que traduje en esas de dos sílabas escupidas cuando la carnalidad. Frente y nariz en una señal eléctrica hasta el cerebro, dibujaron a una adolescente desconocida, una niña real que mira ingenua, asustada pero queriendo besar como mujer que dice sin palabras, ni sonido “deseo”, en contraposición con las manos en gesto de rezo. Delatora, preferí que fuese un perro perdido, para sacudirle un cariño piadoso. Aunque todas las líneas marcan, encandilan como un cartelón de neón a la niña santa de diseño pop, mi voz oficia de coro griego repitiendo en estribillo su nombre o “es ella”. Importantísima su cabeza maniquí con peluca perfecta para penetrar. Rara. Sí, claro, decía palabras ella, pero no las recuerdo. Hay un deje de velo que se corre acomodándonos frente a frente, sigo mas elevada, maternal en mi postura, retorciendo ahogado un orgasmo de fábula que hace que se sienta enfermo todo mi cuerpo al borde del deliquio. Cuadro a cuadro la prenda roja bombeando en nebulosa, su palidez, la pelusa y una nariz que apenas si tendría doce años. La intimidad de la inocencia coarta que me pare y le descuaje mi sexo en la cara. Toda la imagen está en el precario momento de un paredón luego de que un certero golpe de una inmensa bola de acero haya impactado en el secreto de la estructura molecular del concreto. No encuentro el modo de acuñar su rostro antes de la disgregación, su verdadero rostro encuadrado en el pelo de muchacho, la boca por sobre la mía, una pequeña muerte.
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